Ver a un niño crecer, ver a una planta crecer, sentirnos desarrollar,
percibir sensiblemente el cambio de las estaciones,vivenciar con intensidad el transcurrir de la vida,
profundizar la inevitable transformación que a cada uno le impele la conciencia, ser espectadores del recorrido de las estrellas en el firmamento y, aunque más no sea, considerar que la Tierra gira,
que el Sol gira, que los átomos y las células giran, es entrar en contacto con el movimiento
incesante que caracteriza al Cosmos.
Movimiento continuo, movimiento redondo, es una de las Virtudes de
Oro de las ciencias-artes que colorean el camino de la realización
personal, sabiendo que ellas han sido adaptaciones de la propia
Naturaleza.
Las ciencias-artes como el Aikido , T’ai Chi Chuan o el Ch’i Kung, han sido tomadas de la Naturaleza misma,
imitando el movimiento de ciertos animales, el balanceo de los juncos en el lago,
la danza de los árboles con el viento, la escenografía cambiante de las nubes,
el río que va al encuentro del océano o el agua del deshielo que desciende de las altas cumbres.
Cada vez que te compenetras con el arte y te entregas al movimiento continuo,
o cada vez que ahondas el profundo sincronismo y orden,
la misma armonía de la Naturaleza comienza a suceder en tu interior.
Cada vez que comprendes de modo práctico el movimiento circular del Cosmos
y puedes plasmarlo mediante tu práctica,
el placer infinito de saborear dicha conciencia se vuelve un fruto en sí mismo.
Los sentimientos se armonizan conforme te vuelvas más receptivo
a la sensación del movimiento continuo,
y si además el movimiento se hace redondo y curvo,
no sólo beneficia el despliegue energético,
sino que también influye sobre el equilibrio de nuestra psicología.
Desde la antigüedad se viene transmitiendo el valor que tienen los círculos hechos en movimiento,
debido al gran estímulo que ejercen sobre la mente;
es mucho lo que se ha dicho sobre la activación de los hemisferios cerebrales
a partir de la coordinación, sincronización, redondez y continuidad del movimiento.
Pero destaquemos el punto esencial de esta Virtud de Oro, que no sólo corresponde al cuerpo,
a los sentimientos o a la psicología, sino que bien puede definirse como espiritual,
puesto que este movimiento constante y circular sigue sucediendo más allá de lo que hagas.
Aun si duermes, aun si te olvidas de él o lo descuidas, sigue sucediendo,
pero serás mucho más consciente de ello si le dedicas tu atención a través de la práctica.
Comprender este principio del movimiento continuo, movimiento redondo,
es tomar conciencia de un acontecimiento natural que sucede en todo el Universo
y en nuestro propio interior.
Las ciencias-artes como el Aikido , T’ai Chi Chuan o el Ch’i Kung, han sido tomadas de la Naturaleza misma,
imitando el movimiento de ciertos animales, el balanceo de los juncos en el lago,
la danza de los árboles con el viento, la escenografía cambiante de las nubes,
el río que va al encuentro del océano o el agua del deshielo que desciende de las altas cumbres.
Cada vez que te compenetras con el arte y te entregas al movimiento continuo,
o cada vez que ahondas el profundo sincronismo y orden,
la misma armonía de la Naturaleza comienza a suceder en tu interior.
Cada vez que comprendes de modo práctico el movimiento circular del Cosmos
y puedes plasmarlo mediante tu práctica,
el placer infinito de saborear dicha conciencia se vuelve un fruto en sí mismo.
Los sentimientos se armonizan conforme te vuelvas más receptivo
a la sensación del movimiento continuo,
y si además el movimiento se hace redondo y curvo,
no sólo beneficia el despliegue energético,
sino que también influye sobre el equilibrio de nuestra psicología.
Desde la antigüedad se viene transmitiendo el valor que tienen los círculos hechos en movimiento,
debido al gran estímulo que ejercen sobre la mente;
es mucho lo que se ha dicho sobre la activación de los hemisferios cerebrales
a partir de la coordinación, sincronización, redondez y continuidad del movimiento.
Pero destaquemos el punto esencial de esta Virtud de Oro, que no sólo corresponde al cuerpo,
a los sentimientos o a la psicología, sino que bien puede definirse como espiritual,
puesto que este movimiento constante y circular sigue sucediendo más allá de lo que hagas.
Aun si duermes, aun si te olvidas de él o lo descuidas, sigue sucediendo,
pero serás mucho más consciente de ello si le dedicas tu atención a través de la práctica.
Comprender este principio del movimiento continuo, movimiento redondo,
es tomar conciencia de un acontecimiento natural que sucede en todo el Universo
y en nuestro propio interior.
PALABRAS DEL FUNDADOR.
Cómo ai (armonía) es igual a ai (amor),
he
decidido llamar <<Aikido>>
a mi único budo. Si bien
la expresión <<aiki>>
es antigua, el uso que los guerreros daban en el
pasado a este
término es diferente al mío.
Aiki no es una técnica
para luchar con el enemigo o para derrotarle, sino la vía para reconciliar al mundo y hacer de los seres humanos
una
familia.
El secreto del Aikido reside en armonizarnos con el movimiento del universo y
ponernos de acuerdo con él. Aquél que ha desentrañado el secreto del Aikido tiene al universo
de
sí mismo y puede decir:
<<Yo soy el universo.>>
A pesar de lo rápido que me pueda atacar el enemigo, nunca soy vencido. Pero
no
es porque mi técnica sea más rápida que la tuya; no es una cuestión de rapidez, sino que la lucha ha terminado antes
de
comenzar.
Cuando un adversario intenta luchar contra mí, que soy el universo, tiene que romper la armonía del universo. Por tanto, en el momento en que concibe la idea de luchar contra
mí ya está vencido. No existe medida del tiempo, ni rapidez ni lentitud.
El Aikido es no-resistencia. Como
es no-resistente, siempre es victorioso.
"Aikido ga kannagara no michi desu"
"el aikido es la vía de los dioses" (o del divino)
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